REHABILITACIÓN DE LA HIPOACUSIA EN LA TERCERA EDAD

Entrena tu oído, entrena tu cerebro

Partiendo del hecho de que el órgano periférico de la audición es el instrumento que posibilita el acceso de la información auditiva al cerebro, no podemos dejar de considerar las alteraciones que se producen en la corteza cerebral como consecuencia de la falta o disminución de estimulación auditiva que se producen en presencia de una hipoacusia con independencia de su severidad.

En las personas mayores estos cambios se asocian a un deterioro cognitivo acelerado, como lo demuestran numerosos estudios que comparan la afectación a nivel cognitivo entre personas normo-oyentes y personas con hipoacusia sin rehabilitar.

La pérdida de audición provoca una reducción de activación cortical en la corteza temporal, lo que se conoce como “plasticidad intramodal”, y a su vez se produce una ocupación del área temporal por otras modalidades sensoriales como la visión o los estímulos somatosensoriales. Esta ocupación anómala se denomina “plasticidad transmodal o cros-modal”.

Cuando la corteza temporal comienza a ser ocupada por otros estímulos se produce una disminución en la habilidad para discriminar palabras, sobre todo en presencia de ruido de fondo. Esta dificultad no guarda relación con el grado de hipoacusia.

Como consecuencia de esta reorganización cerebral anómala las áreas cognitivas del cerebro (frontales y prefrontales) son requeridas para intervenir en una función más básica como es la inteligibilidad del habla en ruido, descuidando o disminuyendo su rendimiento en las funciones cognitivas para las que están destinadas.

Ahora se sabe que hipoacusias leves o moderadas, o de alta frecuencia, producen los mismos cambios anómalos en la organización cerebral y que estos ocurren de manera más o menos inmediata a la instalación de la pérdida auditiva. Estos mismos estudios revelan que existe un período durante el que estos cambios son reversibles cuando el paciente recibe estimulación auditiva de manera eficiente.

La conclusión principal que se deriva de estos hechos es que la detección e intervención precoz debe ser considerada no solo para la población infantil, sino también para los pacientes mayores. Las ideas arcaicas de “esperar mientras el paciente se defienda”, no hacen más que retrasar el inicio de la rehabilitación auditiva afianzando una reorganización cerebral anómala que se torna irreversible con el transcurso del tiempo.

Ocurre además un deterioro progresivo en las habilidades de procesamiento auditivo así como una aceleración en el deterioro cognitivo en comparación con personas de edad similar que no padecen hipoacusia o que padeciéndola, son sometidos a una rehabilitación auditiva idónea.

La rehabilitación auditiva se inicia con un consejo terapéutico que permita al paciente comprender las consecuencias de la hipoacusia en toda su dimensión, y el alcance y la importancia de la estimulación auditiva, seguida de una adaptación protésica óptima. Esta debe garantizar al paciente no sólo una mejora de la audición en determinadas situaciones sino la recuperación de las máximas capacidades auditivas para cada individuo. El entrenamiento auditivo posterior a la adaptación protésica mejora indudablemente el rendimiento de la amplificación trabajando y reforzando de manera específica las habilidades de procesamiento auditivo y los aspectos cognitivos más afectados.

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