El momento más importante para que un niño aprenda el lenguaje es durante los primeros tres años de vida, cuando el cerebro se está desarrollando y madurando. De hecho, los niños comienzan a aprender a hablar y a adquirir el lenguaje en los primeros 6 meses de vida.
La audición es un elemento fundamental para adquirir y desarrollar el lenguaje oral y por ello es muy importante detectar la pérdida auditiva lo antes posible, ya que un diagnóstico precoz, acompañado de una intervención temprana y adecuada, va a minimizar el impacto de la pérdida y va a prevenir la consecuencia más importante de la hipoacusia infantil: crecer sin un lenguaje.
La prueba debe hacerse a todos los recién nacidos, preferiblemente antes de que abandonen el hospital, habitualmente en las primeras 24-48 horas de vida. Si por cualquier motivo no se lleva a cabo en este periodo, debe realizarse en su primer mes de vida.
El cribado o screening neonatal de la hipoacusia puede llevarse a cabo utilizando dos tecnologías: los potenciales evocados auditivos de tronco cerebral automatizados (PEATCa) y las otoemisiones acústicas (OEAs). Se trata en ambos casos de técnicas objetivas que no requieren de una respuesta conductual en el bebé.
Se puede preferir el uso de los potenciales automatizados frente a las otoemisiones acústicas para el cribado neonatal, ya que éstas últimas no valoran la vía auditiva, por lo que no son capaces de detectar algunas patologías, como la neuropatía auditiva.
Junto con las pruebas de potenciales evocados auditivos y otoemisiones acústicas, es importante completar la exploración con otras pruebas de valoración. Podemos decir que, en un niño, no disponemos de una única prueba diagnóstica, si no que tenemos que hablar de un conjunto de pruebas objetivas y subjetivas, que son complementarias y no excluyentes, ya que todas suman para que se pueda realizar un diagnóstico lo más temprano posible.
En un bebé con edad inferior a seis meses, el cambio de comportamiento más fácilmente observable como respuesta a un estímulo auditivo y que más se aproxima a su umbral de audición, es el reflejo de succión, tanto el inicio como el cese de la actividad, cuando está dándole el pecho la mamá, tomando un biberón o con un chupete. Otras respuestas de cambio de conducta observables son una serie de reflejos innatos que presentan todos los bebés ante estímulos sonoros (movimiento de los ojos, movimiento de brazos y piernas, contracciones del cuerpo,..), aunque son respuestas que se obtienen generalmente a intensidades más alejadas del umbral.
A partir de los 5-6 meses ya se puede empezar a condicionar al niño para que realice una acción como respuesta al sonido, llevando a cabo una audiometría por refuerzo visual. El niño ya puede girar la cabeza y orientarla hacia la fuente de sonido donde se encuentra un muñeco o una imagen que le resulta atractiva.
Entre los dos años y medio y los tres, ya se le puede condicionar para que realice una acción más compleja cuando escuche el estímulo sonoro, mediante un juego sencillo: meter pelotas de colores en una cesta, insertar aros en unas barras, colocar piezas en un puzzle…
Para finalizar es importante destacar que la Comisión para la Detección Precoz de la Hipoacusia (CODEPEH)recomienda llevar a cabo un cribado universal antes del primer mes de vida del recién nacido, contar con la confirmación diagnóstica antes de los tres meses de edad y disponer de medios para la atención temprana antes de los seis meses de vida (intervención audiológica y logopédica) para así conseguir la máxima competencia lingüística y desarrollo académico de los niños que padecen un déficit auditivo.