Artículo escrito por la Dra. Jennifer Cueva Díaz, Especialista en Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello. Hospital de Basurto (Bilbao) y del Hospital Quirón Bizkaia.
La otitis media serosa (OMS) u otitis media con efusión (OME) es una de las enfermedades más frecuentes en los niños, padeciéndose hasta en un 10% de los preescolares.
Se origina por acumulación y presencia de fluido en el oído medio y es más típico que coincida con las épocas estacionales más frías y con cuadros catarrales.
En niños, tanto la inmadurez del sistema inmune como un mal funcionamiento de la trompa de Eustaquio (la cual comunica el oído medio con la zona posterior de la nariz o rinofaringe), produce un mayor riesgo de padecer esta patología.
Además, la hipertrofia de adenoides (vegetaciones), puede favorecer una obstrucción mecánica de la trompa de Eustaquio.
Otras veces puede aparecer como una secuela tras una otitis media aguda
A diferencia de la otitis media aguda (OMA), la OMS generalmente cursa de manera “silenciosa” o asintomática ya que no suele producir dolor de oídos (otalgia) ni supuración (otorrea). Lo más habitual es que cause pérdida leve de audición (hipoacusia), sensación de presión ótica o molestias tipo taponamiento en los oídos.
Otros síntomas que deben hacernos sospechar una OMS son las alteraciones en la adquisición del habla, las alteraciones en la conducta, un mal rendimiento escolar o alteraciones del equilibrio.
Dado que esta patología suele aparecer en niños pequeños que a veces aún no han adquirido la capacidad de comunicarse verbalmente, es muy importante la sospecha por parte de los padres, del entorno del niño y de su Pediatra de referencia para una derivación temprana al Otorrinolaringólogo.
En la exploración, donde destaca la otoscopia, podemos encontrar diferentes hallazgos: desde una exploración normal a un tímpano con niveles hidroaéreos, retraído y congestivo en la fase aguda o más azulado y retraído en la fase más crónica.
Además, en función de la edad del niño, pueden realizarse algunas pruebas complementarias como la timpanometría (típicamente plana), o distintas pruebas audiológicas en función de las capacidades o edad del niño.
Es importante saber que la OMS es una patología benigna que en la mayoría de los casos no precisa tratamiento ya que se recupera de manera espontánea, por lo que generalmente el control estrecho suele ser la primera maniobra terapéutica a realizar.
El tratamiento médico con antibióticos, AINES, corticoides tópicos o antihistamínicos es muy controvertido ya que su uso rutinario no ha demostrado su utilidad en el tratamiento de la OMS siempre y cuando ésta no se acompañe de otra patología acompañante que sí precise un tratamiento médico determinado (por ejemplo en las adenoiditis, las rinitis alérgicas, las sinusitis…).
Otros tipos de dispositivos médicos para mejorar la función de la trompa de Eustaquio no han demostrado tampoco beneficios significativos en el tratamiento de la OMS aunque dada la baja tasa de efectos secundarios de los mismo, a veces son recomendados.
Cuando los procesos son repetidos o persistentes en el tiempo, puede que sea necesaria la indicación de cirugía.
La cirugía también está indicada en procesos de corta evolución en niños con factores de riesgo de cronificarse, cuando aparecen alteraciones anatómicas en la membrana timpánica o el oído medio y cuando existen otitis medias agudas recurrentes.
Otra indicación de cirugía es que el niño presente síntomas que afecten a su calidad de vida como una pérdida auditiva importante, problemas de equilibrio, pobre rendimiento escolar, alteraciones de conducta, molestias en el oído…
La cirugía consiste en la realización de una pequeña incisión en la membrana timpánica (miringocentesis) a través de la cual se aspira el contenido de la caja timpánica. Posteriormente, se introducen unos drenajes transtimpánicos o tubos de ventilación para impedir que se vuelva a acumular contenido.
En muchas ocasiones, esta cirugía se acompaña de una cirugía de extirpación de vegetaciones (adenoidectomía), principalmente en niños mayores de 4 años y en menores de 4 años en los que existe patología causada por ese tejido adenoideo (obstrucción nasal, mucosidad nasal persistente…).
En niños pequeños estos procedimientos generalmente se realizan bajo anestesia general y pese a ser procedimientos técnicamente sencillos, no están exentos de potenciales complicaciones.
Como ya hemos comentado, el retraso diagnóstico puede causar un retraso en la adquisición del lenguaje o una alteración en el aprendizaje del sujeto.
Además, puede generar secuelas anatómicas en el oído como alteraciones en la membrana timpánica, o funcionales con una pérdida crónica de audición.
Por ello insistimos en la importancia de acudir de manera temprana a un Otorrinolaringólogo Pediátrico ante la sospecha clínica de OMS para minimizar de esta manera el riesgo de complicaciones o secuelas.