1. Convive con una persona con una discapacidad, de mayor o menor grado, que limita la capacidad más importante del ser humano: poder comunicarse con sus congéneres. Hay, por tanto, que esforzarse un poco más con ese ser querido para que, por lo menos, en su entorno más cercano, se sienta integrado.
2. Es muy importante acompañarle en las visitas al otorrinolaringólogo o al audiólogo, para conocer el alcance de su lesión y así poder comprender las limitaciones que va a tener y cómo resolverlas en el día a día. A veces, ni siquiera un audífono puede resolver la totalidad del problema. Será una ayuda importante, pero que tendremos que complementar poniendo también de nuestra parte.
Si aún no se ha adaptado un audífono, hay que hacerle entender que va a ser una experiencia de cambio muy positiva. El cerebro se acomoda a la deficiencia y oír mal se convierte en una situación casi normal para el paciente, pero claramente visible para todos los que
2. Una
vez adaptado, hay que transmitirle mensajes de paciencia, ya
que lleva un tiempo “reaprender” a oír. Volverá a oír sonidos que llevaba un
tiempo sin ser recibidos por su cerebro y este, como sistema de protección,
tenderá a magnificarlos. Es importante seguir las pautas marcadas por nuestro
audioprotesista para que ese proceso de adaptación se cumpla lo antes posible,
haciendo que nuestro cerebro vuelva a reconocer esas señales como habituales y
se comporte como lo hacía cuando éramos normoyentes.
3. Llamar
su atención antes de iniciar la conversación.
4. Hablar
despacio y vocalizando.
5. Hacerle
saber acerca de cualquier cambio de tema en la
conversación.
6. Nunca
se debe alzar la voz o gritar. Esto solamente distorsionaría su voz
haciéndola menos inteligible.